lunes, 30 de diciembre de 2013

Refugio junto al velador.

"Me despertó tan dulcemente, acarició mi pelo, y me enamoró. Y la lluvia madruguera golpeó mi ventana (...) Tu misterio es mucho más interesante que mi imaginación". Perota Chingo.

Era un momento en el tiempo, o tal vez un lapso estirado por siempre en un correr infinito. Tal vez tuviera sólo hasta el amanecer, o quizás un milagro de último minuto convirtiera una noche en mediodía. Todo lo que sabía era que no había fatiga que la despegara de aquel dulce instante, que la mecía entre sus brazos en un eterno vaivén de ternura ante el tenuemente iluminado retrato en tiempo real que tenía enfrente.
La calidez de la luz sobre la piel, que lo acariciaba de costado proyectando su sombra sobre la pared naranja; la respiración tranquila, casi imperceptible; el rostro descansando plácidamente sobre una almohada; los ojos cerrados del todo. Un ángel desplomado sobre la cama, quitándose el cansancio de encima con cada movimiento violento, repentino e involuntario que producían sus músculos al relajarse poco a poco. 
Besó su fragancia en el aire y se acomodó junto a su cuerpo. Acarició su sombra colocando su mano detrás de su cabeza, dejando que se proyectara sobre ella en lugar de la pared. Le sonrió a sus ojos que no la miraban. Le suspiró a su nariz, que no percibió su aliento.
Y finalmente, lo dejó descansar.

El extraño de alma vidriada.

"Me hice cargo de tu luz que, desde afuera, es tan hermosa". Lisandro Aristimuño.

Una noche, mientras caminaba por alguna avenida iluminada de Boedo, tropecé con el engaño de un rostro familiar salido de un sueño que jamás tuve. Tras su paso, decorando  el suelo, millones de vidrios rotos que se iban cayendo de aquella sombra tan peculiar. Me detuve a observarlos: Algunos de ellos eran espejados, otros traslúcidos, y había una cantidad importante de vidrios de colores desparramados por doquier. Todos y cada uno de ellos eran hermosos, pero, tristemente, eran pedazos, fragmentos. Rotos, esparcidos sin sentido. 
Me agaché a recogerlos. En los vidrios coloridos que iba recolectando, veía pasiones olvidadas, recuerdos de soles radiantes y de oleajes misteriosos y refulgentes. En los pedazos transparentes, encontraba la pureza de un alma sin maldad, cristalina como el cristal mismo. Y en los trozos espejados, por supuesto, me veía a mí misma.
Tiempo después tuve la suerte de reencontrarme con aquel rostro, y, a la luz del día, pude percibir todo el potencial de su espíritu. De a poco, y sin que él me lo pidiera, le fui devolviendo algunos de los vidrios rotos que alguna vez perdió al transitar este mundo. 
Hoy por hoy, tengo la suerte de ver mi propio resplandor reflejado en aquellos pedazos de vidrio espejado que ahora decoran su piel una vez más. Y mi sonrisa se ve más bella que nunca al combinarse con sus colores.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Percepción.

"He visto a Lucy cuando entró a la habitación, el espacio se curvó. Vimos luces, y el metrónomo de Dios puso el tiempo en suspensión (...). Yo alucino, y lo haré mil veces más, porque aún resuena en mí su voz". Gustavo Cerati.

Ante mí, un extraordinario ser, portador de un fulgor tal que impacta mi percepción. Noto que jamás podré volver a acostumbrar mis ojos al natural brillo y tinte de esta dimensión, si él decidiera desaparecer del campo de mi visión. Gradualmente voy adaptando mis sentidos al estímulo de este espécimen tan sui generis. Luego de un largo rato, logro vislumbrar sus hermosos rasgos. Su rostro, perfecto, viril, absolutamente deseable, se transforma en la mueca de un niño curioso ante mí. Nos estudiamos sin decir una palabra.
Mis pupilas estallan en un llanto, en un orgasmo visual que colisiona con su aspecto paradisíaco. Y, aún pudiendo ver, saboreo los pigmentos que se despegan de mis globos oculares. Ellos caen como lluvia y colorean su imagen... tal vez para algunos, ordinaria. Para mí, por siempre única.
Se abrazan su encanto y mi subjetividad.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Pale Kurvak

"Orgía de sentidos perdidos en la multitud, oscuridad, fuego y locura. El caos, la distorsión y el desenfreno. Celebración pagana, pérdida de la individualidad. Todos somos uno en la fiesta y nos movemos bajo el ritmo del chamán y la ceremonia. Desaparecen las leyes y los límites, van fundidos en masa la música, las voces y el arte, y yo sumergido en el viaje mientras estallo de placer". Alejandro Kurz. 

Habita el espacio donde coexisten el brillo incandescente de la pasión, y las propiedades agridulces de un recuerdo infame. Envía vibraciones que penetran la luz de los que admiran la habilidad natural de sus manos al recorrer el material con el cual crea el arte sonoro de despertar los demonios de cada individuo, y elevarlos en un grito de liberación colectiva.
Veo almas desprenderse de los cuerpos y depositarse en cada nota, en cada palabra, en cada verso. 
Siento el calor que emana una multitud enardecida, sedienta, enloquecida por dar y recibir más y más. No hay un límite para el amor que se materializa ante mis ojos, como un velo que cubre aquello que las luces iluminan. Esas pieles empapadas de historias que, sin saberlo, escriben la mía mientras caminan este mundo incierto, en búsqueda de un sentimiento verdadero.
Se encuentran el amor y el resentimiento en una exquisita combinación que me hace llorar desconsoladamente de alegría, al mismo tiempo que me ahogo en una desesperada depresión, inmersa en un mar de jovialidad genuina y absoluta.
Rodeada por una bruma que huele como mi refugio más pacífico, me dejo llevar por el torrente armonioso que hoy me hace vomitar mantras paganos que invocan a la libertad, al amor, a los caminos ardientes y a la revolución (que está en las mentes). Vocifero las palabras, y dejo allí los últimos jirones de aquella porción de mi ser que se vio contaminada por las circunstancias negativas que alguna vez me alejaron parcialmente de esta celebración, que ahora me reencuentra en un cálido abrazo de redención.
Así, lo concreto, lo real, lo simple se transforma en una combinación sinestésica donde cada nota es un metro más de ruta recorrida. Otro pastizal en el campo, en una tarde que acaricia el dulce final de otro día de respirar ese aire tan puro. Me reencuentro cara a cara con un balcón con vista eterna hacia bahías inexistentes y cielos con estrellas que se caen a ningún lugar. Palpo la paz de mi historia, vuelve a mí la verdadera esencia.
Allí, donde cinco se vuelven dos, y dos se vuelven uno frente a mí; hablándome con una sola voz y diez cuerdas... bailando su rock and roll.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Contrastes.

"Y casi sin ser casi nadie, me acuerdo de alguien que yo nunca fui". El Bordo.

Me miro al espejo y encuentro el contraste de mi imagen con la de un ideal que no busqué tener. Me miro dos veces y noto imperfecciones en mi joven piel. Un tercer vistazo me lleva al pasado y, con un cuarto, las ojeras se vuelven más nítidas y profundas. ¿Dónde habrá quedado la luz que veías en mí?
El espejo me sigue devolviendo versiones de la persona que fui, soy y seré (tal vez ayer, tal vez hoy, tal vez mañana...). Me parece reconocer a la distancia, en esa distancia de horizonte infinito que tienen mis ojos, esos destellos brillantes que mi alma enviaba a la tuya. ¿Dónde estarán mis propiedades de amuleto? Esas que admirabas y querías tener siempre de tu lado, buscando la buena suerte que te hace caminar sin miedo, sin pasos en falso. 
Me miro al espejo, cansada de recibir el paso del tiempo corrompido como respuesta al intrigado impulso de reconfirmar mi aspecto. 
¿Realmente estoy ahí? ¿O quedé en aquella pervertida imagen reflejada entre tu cama y un armario obsceno? Una imagen desnuda sin sentido y desnutrida de toda esperanza de obtener un gesto cálido.
Me veo. Finalmente me veo. Ahí estoy, y me pregunto por qué vos no estás. 
(Y de pronto recuerdo...)
Apago la luz y sigo brillando, dejando atrás un espejo de duda que no me sirve de nada.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Delirium

Fotografías de los pensamientos de una mente en pleno proceso de asimilación de su sensibilidad.

Noches de suave brisa que contactan lo sensible y sinestésico. La gracilidad en la pose sobre el colchón al buscar consuelo en divinas presencias que conceden deseos de paz y paciencia, ante una punzante idea que paraliza los motores del pulso de vida. El miedo de perderlo todo. Pedidos desesperados por un amor longevo, terminan en una conciliación del sueño profundo que tranquiliza la mente sólo hasta el amanecer. Y luego las primeras luces devuelven la emoción de estar sosteniendo este creciente dulzor en cada célula del cuerpo, en cada suspiro del alma.
Lo maravilloso de inhalar la fragancia para exhalar lo genuino de un sentimiento. El tacto que eriza la piel. Con cada movimiento exquisito, el hallazgo de una nueva manera de desverbalizar un "te quiero".
La repentina relajación tras un clímax de luz que logra encandilar incluso los ojos del más fuerte. Melodías que dejan sonoridad multicolor rodeando las pieles envueltas en telas tan frágiles que no sirven de escondite para ningún sentimiento que quiera escaparse por los poros, menos aún por los lagrimales.
Pensarlo y no decirlo, temor a la respuesta. Habrá que ver qué le espera a uno, si detrás del haz de luz no hay nada.