domingo, 31 de julio de 2011

She's in my head, I must confess.

"Hola a todos, yo soy el lechón" rugió la bestia en medio de la campiña.



Nunca se lo había puesto a pensar de esa forma, pero sabía que no había solución. Quería creer que, a pesar de que la vida le estuviera demostrando lo contrario, las cosas se darían exactamente de la forma en la que ella soñaba. Hollywood era su única esperanza: si dos actores interpretando la historia de dos personas separadas por la distancia y las circunstancias de la vida podían tener un final feliz en la película, entonces ella también. Y créanme, no había nada que ella quisiera más en ese momento que una teatral propuesta.
A cien constantes kilómetros por hora, sus pensamientos eran totalmente inconexos. Había dejado atrás aquello que había sabido consolarla y hacerla reir, después de tanto tiempo de estar flotando en el aire, sin saber muy bien dónde aterrizar. El suelo bajo sus pies parecía inestable, y por eso había pasado varios meses optando por mirar todo desde una posición segura cada día, a Dios sabe cuántos pies de distancia de la tierra. Había estado perdida en una ciudad caótica, sin saber para dónde mirar, con quién contar ni hacia dónde ir. Las fiestas eran tristes y los días, grises. Hasta que decidió escaparse unos días a otra realidad que la ayudara a salir de su depresión. Y la encontró, y con esa realidad lo encontró a él y supo aprovecharlo.
Y ahora... Ahora su único temor era olvidar, y ser olvidada.
Envuelta en un manto de oscuridad, pasó cinco horas sentada en la misma posición, sin mover siquiera el más ínfimo de sus músculos. El recuerdo la había paralizado y la sensación de estar alejándose de lo único que había podido hacer maravillas con su cabeza y la había arrastrado fuera de la desorientación de una manera tan natural que la había emocionado, le impedía recordar su vida anterior. Sus sueños y sus ansias, sus certezas y todo lo que ella afirmaba, ahora simplemente parecía irreal. Ajeno.
Miraba por una ventanilla empañada que le dificultaba aún más concentrarse en todo lo que pasaba por su lado iluminado por la luna y algún que otro poste de luz perdido. Miraba sin mirar, concentrada en el concepto "oscuridad", ya que ni siquiera era consciente de estar mirando nada en absoluto. Lo único que le recordaba que estaba viva dentro del enorme vehículo era la mano que sostenía la suya a su izquierda, tan inmóvil como ella; y la música que sonaba exactamente igual a él. Todas esas canciones que ella seleccionaba específicamente con el fin de dibujar imágenes en su mente en las que él todavía la rodeaba con sus brazos.
Cada vez más pequeña, más insegura, más sola. Estaba perdida. Todo lo que quería era mostrarle al mundo cuánto deseaba poder abrazarlo de nuevo y decirle que iba a extrañarlo más de lo que él pensaba.
Todavía podía oler todos los perfumes de su piel y sentía su cuerpo amoldado al suyo, de una manera tan vívida que parecía real. Sentía la perfección de sus manos combinadas con las formas de su propio cuerpo, complementándose de una manera en la que jamás se había conectado con nadie.
Y en ese momento en el que le llegaron todos los sabores de sus labios y todas esas bellas palabras que él le había regalado, recordó el pasado. Un pasado aún más lejano, en el que se encontraba un sujeto por quien ella hubiera luchado hasta el fin... Y, con una felicidad que la hubiera hecho cantar a los gritos, reconoció que ese sujeto no era ni la mitad de fascinante de lo que ella recordaba. Había encontrado a alguien aún mejor. Esa sensación de superación le recorrió las venas, hizo que se sintiera genuinamente feliz por primera vez en mucho tiempo. Pero ni eso logró hacerla cambiar de posición en el asiento. En todo lo que pensaba era en aquel que quedaba atrás.
Pasaron las horas y aún no podía concebir la idea de irse, pero desafortunadamente ya se había marchado. Los pueblos pasaban de largo, ofendidos de verla alejarse a toda velocidad. Y al final, cuando el vehículo dejó de moverse  y ella pudo pisar su tierra, recordó una frase que alguna vez había escrito quien más la inspiraba: "Tu hogar está donde está tu corazón". Y supo que su hogar no estaba donde ella ahora se encontraba.
Me hubiera gustado decir que tomó el siguiente ómnibus de nuevo hacia donde había partido, pero no lo hizo. Ya era tarde, y sólo se dio cuenta de ello cuando miró alrededor y no vió cámaras... Definitivamente ella no era una estrella de Hollywood.

No hay comentarios:

Publicar un comentario