jueves, 27 de febrero de 2014

Frambuesa.

"Hoy me levanté a regar mi flor y me sonrió. Todo parece distinto si me roza una emoción". La Vela Puerca.

Tengo una planta en mi balcón que hace que valga la pena el madrugón para verla crecer. 
Llegó a mí como el regalo de un amor que elijo nuevamente cada mañana cuando, con el sonido de los pies cansados sobre las baldosas frías, y la pesadez de mis ojos sobre mis mejillas, lleno un vaso de agua para regar la tierra de la enredadera que decora la vista hacia la avenida.
Me agacho, le deseo buenos días, y dejo caer el agua cristalina por el borde del recipiente. El sonido del líquido al convertir la tierra en barro me relaja, y siento que mi día comenzó por fin, habiendo aportado al crecimiento de la planta, que representa la evolución de un lazo divino entre quien me bendijo al regalármela, y quien hoy la cuida. La medida justa de agua, un poco de sol, y la calidez de la palabra al pedirle todos los días que me regale otro estirón. Me dirijo a ella, le hablo a sus hojas, y las incentivo a que sigan germinando, que se sigan alimentando de lo más puro de este mundo: El sol, el viento, el agua y las palabras cariñosas de quien la quiere ver dar frutos.
Y entonces comprendo que ese es el tipo de amor que quiero para mí.

Vos, voz.

"Canta palabras, canta y se torna en luz", Spinetta.

Cuerdas rasgadas con el viento interior, soplo divino, directo desde el más necesario motor de vida. Pedís prestado el aire a la tierra, y comenzás a tomar impulso. Hoy le cantás a ella, desconocida y mística mujer que espera, haciendo alquimia y transformándolo todo en fuego eterno que funde el arte y tu nombre en un lazo permanente. Tu marca por siempre grabada en la piel de un dios, que te observa y te avala.
El pecho desgarrado ante la voz y la imagen, me siento acunada entre cuerdas vocales que vibran hasta sumirme en un profundo sueño de ardiente pasión por esa mente llena de ideas brillantes y satisfactorias para quien espera mucho de vos. Cada nota lograda se parece más a mi nombre saliendo de tu boca.
Se tiñe de colores una mañana de sol, la distorsión de tu voz hace eco en las paredes de mi refugio de paz. Todo combina en una perfecta armonía, y me siento afortunada de entender tu maravillosa naturaleza.

domingo, 23 de febrero de 2014

Son momentos de la mente, son instantes de lucidez. 
Sólo pongo a girar tu disco una vez más, y me acuesto a soñar en mono y estéreo.

sábado, 22 de febrero de 2014

Apagado.

"Sólo el amor le da sentido al ser." El Bordo.

El cabello atado en señal de disconformidad, en una tarde de encierro desesperante. Falla la concentración y la motivación se suicida, atravesando las rejas y cayendo al vacío. 
La única mecha que arde es la de la hornalla, que calienta el agua para este mate que no tiene sentido sin compañía. En él busco la energía que me falta, el alimento para un espíritu recaído, falto de refugio. Todo se apaga.
No hay notas musicales en el aire ni voluntad de crearlas. Todo lo que queda son los vestigios del olor de un pedazo de madera quemada, que no huele tan bien si la habitación está vacía. 
Miro a mi alrededor y no encuentro ojos cálidos ni la agradable sensación de saberse querido. Se esconde la valentía de decir esa verdad que ya no sé si te interesa saber, y de pronto las paredes del recinto cierran mi garganta, imposibilitando que mi voz se escape. Pero no hay nadie para escuchar, y todo se torna irrelevante. 
Mi mente se vuelve intranquila, advirtiéndome que no hay errores en lo que por instinto percibo. Le temo a la profecía autocumplida, que me recuerda que el universo todo lo ve y todo lo sabe. 
Ya no vuelo, ya no río. Los teléfonos no suenan y ningún amigo está en camino. Un señor en la radio le canta a mi soledad, y al final de la canción no se oyen aplausos. 
Encendeme.

Redención.

"Te amo, te odio, dame más" Serú Girán.

Ya está allí. No le impacta la distancia temporal que alguna vez hizo que recordara la luz que entra por el ventanal con melancolía. Al llegar, las persianas se abren solas con tan sólo apretar un botón, y el sol comienza su lento descenso. Para ellos dos, el día recién se anuncia desde el horizonte, redefiniéndose, resignificándose. 
"¿Qué tal? Vengo a apreciar lo viejo y descubrir lo nuevo. A dejarme elevar por el humo de estos inciensos y a intoxicarme de tabaco. Vengo a probar una cucharada de mi resistencia", y él extiende un brazo, señalando el cuero blanco. 
Se abre una ruta ante ellos, y comienzan a andarla. Desde el concepto de existir hasta sentirse hermanos, atravesando el instinto y la historia de una mujer ficticia vestida de blanco oculta en la imaginación del artista, recorren un breve pero intenso camino hacia lo esencial. La pluma del escritor, que se dirige a ellos con una actitud que dista de ser solemne, se convierte en una lengua afilada, desesperada por abrirse paso entre los dientes y así liberar una voz que parta el pecho de quienes la escuchen. No hay un sólo sonido que no apunte a reavivar a los espíritus en lucha. 
Y ellos allí estaban, inexplicablemente juntos viviendo la experiencia de maneras diferentes: uno apreciándolo y criticándolo, y el otro con sus sentimientos a flor de piel, dejando correr libre a la imaginación.
Él levanta un brazo, y dedica los siguientes cuarenta minutos a quienes reconozcan y aprecien lo mágico de esta fusión. Y luego, al culminar dicho lapso de tiempo, le ofrece a ella una redentora invitación a acurrucarse en un pecho lleno de emoción ante el arte, cuyo concepto se vuelve materia a su alrededor.
Ella accede a obtener un poco de esa calidez falaz que, durante lo que hoy pareciera que hubieran sido años, deseó volver a recibir. Un calor parecido al del sol, apuntado directo a sus venas, calentando su sangre, apasionándola cada vez más. Aquel eterno niño, con sus eternos ojos de inocencia, pretende borrar de su memoria un sinfín noches sin paz. 
Ella siente plumas con espinas en el extremo recorrer su piel, y sus ojos arden en un punzante y enfermo impulso de empujar su suerte. Su sangre hirviendo la invita a susurrar: "Penny Lane is in my ears and in my eyes. There, beneath the blue suburban skies...". 
Un baile sensual, una cercanía atroz pero que no logra unirlos, un despliegue de mentiras verdaderas. Se viste de colores mientras gotea el cielo, encendiendo sus ideas. Impía, ella busca, encuentra y descarta.
Le hace el amor al aire, atesora la distancia que los separa por centímetros, y en su interior sabe que así deben permanecer. Hace una elección de verdadero amor, y finalmente alza las copas en honor a algo más grande, dejándose caer de su balcón hacia lo que vale la pena vivir.

martes, 18 de febrero de 2014

Para mí el campo son flores.

"Lo mejor que me pudo pasar en el viaje fue mirar el paisaje y seguir", Los piojos.

Como profesaron algunas pesadillas que dejé añejar en algún rincón de mi subconsciente, una mañana regresé a tu hogar para encontrarme de cara con tu ausencia. Encendió mi pulso un sonido proveniente del interior de la casa, anunciando sin dar nombres que podías estar allí. Pero esas vibraciones sólo me engañaron por un segundo, y atravesé el umbral con la mente relajada ante la evidencia de que no te vería.
Tu espacio me recibió cálidamente, como si me hubiera estado esperando, tanto como yo esperé volver a respirar el aroma de lo que alguna vez, de manera efímera pero eficaz, fue nuestro. Todo estaba allí, inmaculado, como si el tiempo hubiera preferido no alterar el recinto para que, al llegar, reconociera todo lo que me rodeaba, y que no me fuera ajeno todo lo vivido. 
Lejos de aquel paraíso de cielo infinito y extenso verdor, donde me recuerdo risueña, esperando escuchar aquel motor que desde la ruta anunciaría tu regreso, este recinto alberga hoy el lejano resplandor de un pensamiento recurrente, un sentimiento al que solía regresar todos los días a la hora del café para sentir que tenía algo por lo que luchar, hundiendo mi alma en un triste rock and roll, fusionando nuestras presencias a la distancia.
Esa mañana que regresé, lo hice cantándole a lo que soy, agradeciéndole a quien fuiste. Besé con labios de redención a aquel espectro rubio y virginal que habita tu cuarto: la memoria de una persona que lleva mi piel aunque yo ya no entre en ella. Con sus enormes ojos grises me pidió que le jurara que la vida continuaría, y que algún día podría salir de aquellas cuatro paredes. 
Y eso hice. Le prometí que algún día volvería a brillar. Y cumplí.
Entonces, esa mañana se transformó en mediodía, y vi fuegos arder entre ladrillos, tal y como lo hicieron alguna vez ante nuestros ojos. Sólo que esta vez no hubo rodillas temblorosas ni abrazos calurosos. Y el sol continuó su marcha, encontrando sonrisas y momentos compartidos que no te incluyeron. Y cuando el horizonte se tiñó de naranja, de espaldas a tu hogar regresé a mi pueblo, sintiendo un agujero negro en mi mente. 
Y en él, hice desaparecer todo lo que aún me ataba a vos.

domingo, 9 de febrero de 2014

Combination of the two.

"And you and I climb, crossing the shapes of the morning. And you and I climb, over the sun for the river. And you and I climb, clearer, towards the movement". Yes.

En un cristal empañado plasmamos nuestra sencillez e inocencia mediante el signo más universal de optimismo: una cara sonriente. Acostada en posición perpendicular al vidrio, observo el cielo a través de los "ojos" del símbolo que me mira fijo sin mirar, y estira sus labios ficticios, condenados eterna e imborrablemente a sonreír, para que no olvide el sentimiento del momento. A través de la figura veo árboles decorando el panorama gris que levita sobre nuestras cabezas, meciéndose con la brisa suave de un amanecer encapotado. Ellos, sabios, me relajan con el movimiento de sus hojas. 
Me acurruco junto a su piel, que yace empapada en el suelo, agotada de vitalidad. Tal vez afuera esté inestable, pero acá adentro, nos sonríe la juventud, el deseo, y la calidez de otro encuentro que empaña los cristales hacia el mundo exterior.
Siento mi universo personal apoderándose de la cabina que nos alberga. Y atesoro en silencio el hecho de que su universo sea un fiel espejo del mío. Inhalo y contengo el aliento, en un encuentro íntimo de mi garganta con el aire viciado del recinto. Respiro la combinación de los dos.