sábado, 22 de febrero de 2014

Apagado.

"Sólo el amor le da sentido al ser." El Bordo.

El cabello atado en señal de disconformidad, en una tarde de encierro desesperante. Falla la concentración y la motivación se suicida, atravesando las rejas y cayendo al vacío. 
La única mecha que arde es la de la hornalla, que calienta el agua para este mate que no tiene sentido sin compañía. En él busco la energía que me falta, el alimento para un espíritu recaído, falto de refugio. Todo se apaga.
No hay notas musicales en el aire ni voluntad de crearlas. Todo lo que queda son los vestigios del olor de un pedazo de madera quemada, que no huele tan bien si la habitación está vacía. 
Miro a mi alrededor y no encuentro ojos cálidos ni la agradable sensación de saberse querido. Se esconde la valentía de decir esa verdad que ya no sé si te interesa saber, y de pronto las paredes del recinto cierran mi garganta, imposibilitando que mi voz se escape. Pero no hay nadie para escuchar, y todo se torna irrelevante. 
Mi mente se vuelve intranquila, advirtiéndome que no hay errores en lo que por instinto percibo. Le temo a la profecía autocumplida, que me recuerda que el universo todo lo ve y todo lo sabe. 
Ya no vuelo, ya no río. Los teléfonos no suenan y ningún amigo está en camino. Un señor en la radio le canta a mi soledad, y al final de la canción no se oyen aplausos. 
Encendeme.

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