domingo, 1 de julio de 2012

Are these problems just in my mind?


"¿Cómo estás? La noche no te hizo mejor que a mí: no estás para hablar, no estás para un día más, no estás para pedalear, ni siquiera imaginar. Yo estoy bien, anoche tomé un poquitito más de lo que suelo hacer... pero es que amaneció y en el cielo sus ojos vi, apuntando directo a mí". El Bordo.


Últimamente estuve teniendo una serie de sueños recurrentes que me perturban. Son esos sueños que te tiran para atrás, y le quitan el sentido a todos los progresos a nivel emocional que sentías que habías hecho. De pronto te encontrás despertándote de un sueño de esta índole, y los diez primeros segundos de tu día giran en torno a la frase "nada tiene sentido si no arreglo esto", o quizás simplemente "nada tiene sentido". Así, trágico como suena. El problema es que el conflicto  no tiene solución aparente, y sabés a ciencia cierta que te espera una larga temporada de oníricos extraños. 
Lo triste, quizás, es que lo que pasa en tu inconsciente durante el sueño no hace más que gritar la realidad. No son inventos, más allá de que el escenario y la situación física actual no sea exactamente la que se muestra en esa dimensión alterna que llamamos subconsciencia, pero sabemos perfectamente que hay una razón específica, muy clara, inevitable e innegable que justifica esos sueños que te joden la vida permanentemente. A veces tienen una solución muy clara y directa; y, en otras ocasiones, y como es mi caso, pareciera que estamos hablando de la última maderita del Jenga que sostiene la torre. Esa de la que pende todo, y que sabés que no hay que tocar porque, si lo hicieras, el juego no tendría otra opción para su finalización que el desastre mismo. Es seguir y morir, o quedarse para seguir soñando cosas desagradables. En simples palabras, estás atrapado en un callejón sin salida.
No sé si es conveniente, o de por sí interesante que cuente los sueños en esta entrada, pero hay algunos puntos que quizás esté bueno destacar: Desde hace un tiempo muy largo los escenarios en los que sitúo las "escenas" de mi obra surrealista son sitios que no conozco (rara vez sucede que sí, y, en este caso, es un lugar específico y significativo en el medio del campo). Pero que sé que, estén donde estén localizadas, ese lugar es lejos de mi casa, y su ubicación exacta suele no importar demasiado. 
El punto más importante de estos sueños es que en ellos siempre está este sujeto. Uno en  particular, el origen del caos y, paradójicamente también, de la paz; que me informa frente a frente, o por un intermediario, que me odia y que quiere hacerme sentir lo que es la indiferencia y el desamor. Y lo logra. A veces también sucede que ese mismo sujeto aparece, y su trato para conmigo es exactamente el opuesto al descrito anteriormente; actitud ante la cual yo formulo (siempre, religiosamente, como si estuviera guionado) la frase "Pero... ¡No entiendo! Vos me odiás en realidad, ¿no?". Y él no hace más que reírse con empatía, como si yo no hubiera entendido nunca que, en realidad, su vida se basa en extrañarme todos los días. ¡Mentiras! ¡Patrañas!
Es siempre el mismo sujeto, y son siempre esas dos situaciones. Los escenarios y las personas varían, pero esos dos factores, no. Y sueño al menos tres veces a la semana con alguna de esas dos secuencias. Si llegara a ser que sueño con una charla de café con John Lennon, y todo está marchando de mil maravillas, al final del sueño seguramente John agregará: "¡Ah, me olvidaba! El sujeto este manda a decir que no esperes que cuando vayas a visitarlo él esté ahí, porque - me dijo que te dijera textualmente - 'te odia'. Pero bueno... sigamos discutiendo sobre las malas decisiones que se han tomado en la historia del rock and roll después de mi muerte". 
Quiero aclarar que, en la vida real, el sujeto protagonista de mis sueños nunca mencionó la palabra "odiar" haciendo referencia a mi persona, ni le di motivos jamás para que él sintiera semejante desprecio. Entonces, me pregunto...
Mis amigas, a quienes he bombardeado con detalles sobre estas situaciones oníricas que me impiden mantenerme firme ante las decisiones que tomo durante el día, me recomiendan que vaya a terapia. Pero quizás soy yo que no quiero dejar de soñar.

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