martes, 17 de junio de 2014

Dos días en la vida.

"Dos días en la vida nunca vienen nada mal, de alguna forma de eso se trata vivir". Fito Páez.

El tiempo sigue su marcha, no me espera. Voy adquiriendo noción de los días que transcurren contando un Lunes a la vez, sin lograr, a veces, vislumbrar del todo el fin y el comienzo de una nueva jornada. Dentro mío todo se ha vuelto estático, como un viudo que busca hacer prevalecer el espíritu de su amada al no alterar ni cambiar de posición ningún objeto de su hogar: El jarrón de vidrio sobre la mesa, y las copas de cristal en el aparador no son más que evidencia de la fragilidad de esa paz que halla en su método de autopreservación falaz.
Y justo cuando siento que la soledad que se ha impuesto sobre mi cabeza no sirve de nada, dos días en la vida me convierten en mujer. 
Porque siempre aprendo algo cuando me reúno con el diablo, fui autodidacta en el arte de dormir plácidamente con el enemigo abrazado a mi cuerpo desnudo, sintiendo su respiración gélida acariciándome la espalda, cortándome la piel. Sin miedo y sin calor. Aprendí a cerrar los ojos y bloquear la mente cuando tu recuerdo asaltó mis sentidos, y me aferré a sus manos agresivas, que son la esperanza de mi líbido. Así sobreviví hasta la mañana, que me recibió con la desagradable imagen desalineada y entregada al conformismo de quien alguna vez me enseñó a brillar. Consciente de haber adoptado las costumbres del diablo en un mate matutino y un sahumerio que limpiaba el nuevo sol, me retiré del averno vomitando hielo.
Porque siempre aprendo algo cuando me reúno con el viajante, me metí en su carne y besé mis labios. Vi mi continuación en un beso espejado. La ilusión de vida que crea el espejo, la dimensión detrás de lo que la luz refleja sobre el cristal. Donde uno piensa que hay sangre, carne y hueso, donde uno piensa que encuentra un gemelo. Pero sólo hay luz. 
Me dejé mimar por mi reflejo de ojos humildes. Creí poderme enamorar de él, pero entendí que, al hacerlo, estaría enamorándome de mí.
Y entonces continué caminando, comprendiendo que tu complemento es la pieza faltante. Mi alma le quedó chica a mi cuerpo al concluir que sigo quemando tabaco, levitando sobre mi creciente sabiduría, esperando que mi luz ilumine tu habitación a oscuras.

2 comentarios:

  1. Ay Julieta... ¡No podés escribir TAN lindo! Jajaja. En serio. Me encantan tus escritos.

    Un besote!

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