lunes, 30 de diciembre de 2013

El extraño de alma vidriada.

"Me hice cargo de tu luz que, desde afuera, es tan hermosa". Lisandro Aristimuño.

Una noche, mientras caminaba por alguna avenida iluminada de Boedo, tropecé con el engaño de un rostro familiar salido de un sueño que jamás tuve. Tras su paso, decorando  el suelo, millones de vidrios rotos que se iban cayendo de aquella sombra tan peculiar. Me detuve a observarlos: Algunos de ellos eran espejados, otros traslúcidos, y había una cantidad importante de vidrios de colores desparramados por doquier. Todos y cada uno de ellos eran hermosos, pero, tristemente, eran pedazos, fragmentos. Rotos, esparcidos sin sentido. 
Me agaché a recogerlos. En los vidrios coloridos que iba recolectando, veía pasiones olvidadas, recuerdos de soles radiantes y de oleajes misteriosos y refulgentes. En los pedazos transparentes, encontraba la pureza de un alma sin maldad, cristalina como el cristal mismo. Y en los trozos espejados, por supuesto, me veía a mí misma.
Tiempo después tuve la suerte de reencontrarme con aquel rostro, y, a la luz del día, pude percibir todo el potencial de su espíritu. De a poco, y sin que él me lo pidiera, le fui devolviendo algunos de los vidrios rotos que alguna vez perdió al transitar este mundo. 
Hoy por hoy, tengo la suerte de ver mi propio resplandor reflejado en aquellos pedazos de vidrio espejado que ahora decoran su piel una vez más. Y mi sonrisa se ve más bella que nunca al combinarse con sus colores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario