lunes, 23 de diciembre de 2013

Pale Kurvak

"Orgía de sentidos perdidos en la multitud, oscuridad, fuego y locura. El caos, la distorsión y el desenfreno. Celebración pagana, pérdida de la individualidad. Todos somos uno en la fiesta y nos movemos bajo el ritmo del chamán y la ceremonia. Desaparecen las leyes y los límites, van fundidos en masa la música, las voces y el arte, y yo sumergido en el viaje mientras estallo de placer". Alejandro Kurz. 

Habita el espacio donde coexisten el brillo incandescente de la pasión, y las propiedades agridulces de un recuerdo infame. Envía vibraciones que penetran la luz de los que admiran la habilidad natural de sus manos al recorrer el material con el cual crea el arte sonoro de despertar los demonios de cada individuo, y elevarlos en un grito de liberación colectiva.
Veo almas desprenderse de los cuerpos y depositarse en cada nota, en cada palabra, en cada verso. 
Siento el calor que emana una multitud enardecida, sedienta, enloquecida por dar y recibir más y más. No hay un límite para el amor que se materializa ante mis ojos, como un velo que cubre aquello que las luces iluminan. Esas pieles empapadas de historias que, sin saberlo, escriben la mía mientras caminan este mundo incierto, en búsqueda de un sentimiento verdadero.
Se encuentran el amor y el resentimiento en una exquisita combinación que me hace llorar desconsoladamente de alegría, al mismo tiempo que me ahogo en una desesperada depresión, inmersa en un mar de jovialidad genuina y absoluta.
Rodeada por una bruma que huele como mi refugio más pacífico, me dejo llevar por el torrente armonioso que hoy me hace vomitar mantras paganos que invocan a la libertad, al amor, a los caminos ardientes y a la revolución (que está en las mentes). Vocifero las palabras, y dejo allí los últimos jirones de aquella porción de mi ser que se vio contaminada por las circunstancias negativas que alguna vez me alejaron parcialmente de esta celebración, que ahora me reencuentra en un cálido abrazo de redención.
Así, lo concreto, lo real, lo simple se transforma en una combinación sinestésica donde cada nota es un metro más de ruta recorrida. Otro pastizal en el campo, en una tarde que acaricia el dulce final de otro día de respirar ese aire tan puro. Me reencuentro cara a cara con un balcón con vista eterna hacia bahías inexistentes y cielos con estrellas que se caen a ningún lugar. Palpo la paz de mi historia, vuelve a mí la verdadera esencia.
Allí, donde cinco se vuelven dos, y dos se vuelven uno frente a mí; hablándome con una sola voz y diez cuerdas... bailando su rock and roll.

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